Hace 303 días tomé un vuelo partiendo de Uruguay y durante todos estos días me he sentido en casa. Han sido 303 días que me llevan a la enseñanza de que se encuentra gente buena en cualquier rincón del mundo, tal como concluyó mi amigo Kin tras recorrer el mundo y volver a Hong Kong desde Inglaterra dándole pedal a la vida.
He descubierto que el mundo es nuestro hogar, y la contraseña para abrir las puertas es simplemente una sonrisa. He comprendido que las sonrisas mueven al mundo, cada día lo puedo comprobar sin siquiera buscar pruebas.
En estos 303 días me he cruzado a mucha gente en el camino, gente generosa que ha brindado todo sin conocerme, gente que confía en que puedo lograr lo que me proponga, gente que parece diferente a mí, lo que me ha enseñado que son las diferencias lo que nos hace a todos iguales, justamente porque encontramos diferencias no existe lo normal, y es así como puedo sentirme libre y pertenecerles a todos!
Hay algo que ha sido constante en estos días: los cambios. Quizás sea mejor referirme a los cambios como dejarse llevar, creo que se ajusta mejor a lo que ha sucedido. Por eso, voy a empezar de nuevo a contar la historia de cómo llegué al día 303. Espero que la disfruten!”
Cómo surgió el viaje
Desde que mi amigo Gustavo supo que viviría en China por 3 años, supe que iría a visitarlo durante mi mes de licencia. Nunca se me hubiese ocurrido viajar a ese destino si no fuera por él, por lo tanto, era para mí una oportunidad única. Unos meses antes a la fecha de viaje me invitaron a viajar a India y mi respuesta fue que no, pues ya tenía otro viaje planeado. Todo cambió y volverá a cambiar. Al día siguiente, luego de una meditación frente al mar, le dije a Andrés que iría a India y propuse encontrarnos en China casi 2 meses después. A esa altura ya estábamos planificando nuestro viaje por Asia durante 40 días, al cual accidentalmente agregamos una semana al calcular mal la fecha de los pasajes.
Salí de Uruguay un 28 de febrero desde Montevideo con ojitos curiosos por asombrarse ante lo que el mundo tenía para mostrar. El primer destino era India, donde tenía planificado estar casi 2 meses junto a Victoria para luego encontrarnos con Andrés en Beijing donde visitaríamos a mis amigos Gustavo y Alexandra, viajar a Japón con ellos, y seguir con Andrés recorriendo China, Vietnam, Camboya y Tailandia. Estando en India, y tras unas semanas en el ashram internacional de El Arte de Vivir, donde participamos de unos días de silencio junto a 700 personas de 60 países, algo dentro de mí quería que el viaje tomara otro rumbo, quería disfrutar sin prisa cada lugar que visitaba.
Tras cuestionármelo por varios días, decidí quedarme sola en una playa a profundizar en mis prácticas de yoga, meditación y respiración y despreocuparme por plan alguno, lo que fue una decisión difícil pero significó comprometerme con lo que me hacía bien.
Ayudé a Victoria a armar el resto de su viaje con una agencia, y antes de separarnos recorrimos 3 destinos más tal como estaba en el plan original. Durante ese tiempo decidimos con Andrés que luego de cumplir con nuestro itinerario, iríamos a India para recorrerla juntos. Andrés renunció a su trabajo, inicialmente pensando que volvería para el verano, aunque yo ya sabía que eso probablemente no sucedería. Mis días por el sur de India fueron de mucha tranquilidad, sol y conocimiento. Fueron de los días que recuerdo con más felicidad, días despreocupados y sin planes, solamente disfrutar. Fueron días de asombro, pertenencia y libertad, donde conocí los templos y ruinas de Hampi, las hermosas playas de Kovalam y Varkala, los canales de Allepey, el puerto de Kochi y las plantaciones de té de Munnar.
Cuando se acercaba la fecha del encuentro con Andrés, compré pasaje a Beijing con escala en Singapur por 3 días, un lugar que me hizo emocionar y sentirme realmente bendecida de estar eligiendo mi camino. Ya en Beijing con Gus y Ale, llegó Victoria y llegó Andrés, tras 56 días sin abrazarnos, lo cual fue un momento muy especial. Victoria siguió su rumbo y nosotros 4 a Japón: un destino para asombrarse y volver mil veces, el destino que se llevó todos los puntos, elogios, risas y sonrisas. Volvimos a Beijing y nuestros amigos nos invitaron a quedarnos con ellos hasta su mudanza a Estados Unidos que sería en setiembre. Pensamos en buscar un trabajo durante esos meses para juntar dinero y poder viajar más tiempo. Pensamos en muchas cosas y decidimos quedarnos con ellos hasta setiembre y ahí seguir con nuestro plan.
Como estábamos interesados en el mundo del té, y Gus nos comentó que habría una feria en Shanghai, decidimos tomar unos días para ir a la feria, conocer Shanghai y volver hasta que los chicos se fueran.
Al visitar Shanghai y asistir a la feria, quedamos fascinados y decidimos que estudiaríamos para ser sommeliers de té y tener nuestra propia empresa en Uruguay donde difundiríamos la cultura asiática del té, no sólo de China, pero también de India, Sri Lanka, Taiwán y Japón. Comenzó la búsqueda de dónde aprender la ceremonia del té chino y así fue como los 5 días que pensábamos quedarnos en Shanghai, se convirtieron en 71 alrededor de China conociendo las mayores áreas productoras de té y algunos lugares turísticos que quedaban “de paso”.
De Shanghai fuimos a una famosa “watertown” llamada Zhouzhuang (ahí empezaron los nombres difíciles de pronunciar), luego a Suzhou que es famosa por sus canales y jardines (uno de mis lugares favoritos en China), y a Hangzhou famosa por su “West Lake” (una de las tantas miles West Lakes que se encuentran en China). En Hangzhou hicimos un curso de ceremonia de té en un museo dedicado exclusivamente al té. El camino siguió para probar diferentes tés chinos. La siguiente visita fue a Moganshan, adonde fuimos a probar un raro té amarillo y donde además encontramos un lago con agua turquesa, y montañas de bambú y al cual llegamos siguiendo las instrucciones del traductor de google: “para sentarse a las granjas muelle trasero al oeste del bus durante media hora por turno”. Caminando bajo la lluvia nos encontramos con una señora que estaba secando té en su casa y a la cual mediante lenguaje no verbal pedimos probarlo y muy amablemente nos ofreció tras un intento de comunicación usando el mismo traductor que antes: “I don’t speak English Jurassic”.
Luego Anji, donde probamos un exquisito té blanco y comenzamos nuestra experiencia de couchsurfing quedándonos en la casa de una familia china quienes nos dieron mucho más de lo que podríamos haber imaginado. De Anji fuimos a Huangshan, pero debido a un malestar estomacal producido por comer vaya uno a saber que junto a una grande familia local (que fue solucionado con medicina china), variamos el recorrido yendo a Qimen a probar uno de los mejores tés negros y donde nuestra compañía fue la única persona que hablaba inglés en el pueblo:
Una chica de 18 años nos pidió si por favor podría tener el placer de llevarnos junto a su padre a conocer las plantaciones; el placer fue nuestro por supuesto!.
Luego siguió Jingdezhen, la capital de la porcelana, ciudad productora desde hace más de 1700 años y el lugar más sucio que visitamos en China, pero que disfrutamos al 100% involucrándonos hasta en hacer y pintar nuestra propia porcelana y entrar a las fábricas a ver cómo hacían y pintaban la porcelana. Volvimos a Huangshan para subir y bajar y subir bajar las grandes montañas, una experiencia agotadora, y con una mezcla de sentimientos entre miedo y asombro, pero desde donde disfrutamos las mejores vistas.
Seguimos para Wuyishan, en un tren normal que salió 3 horas más tarde pero que a pesar de haber comprado los tickets más baratos, fue el viaje más cómodo. En Wuyishan, mientras mirábamos a un chico separar té frente a una tienda, conocimos a un americano que nos llevó a recorrer varias tiendas de té donde probamos lo mejor de la zona y donde cenamos hot pot por primera vez. Nos acompañaron unas estudiantes de la universidad y conocimos a un productor de té que nos invitó varios días a la fábrica y con quienes compartimos varios momentos que, una vez más, jamás hubiésemos imaginado: degustación de té, selección para una competencia, paseo en canoa de bambú, almuerzos y cenas en la empresa, y una gran tarde y cena familiar en la casa de una empleada donde básicamente nos comunicamos haciendo fondo blanco de cerveza caliente y donde comimos flor de loto. De Wuyishan fuimos a Guangzhou, históricamente conocido como el Cantón y donde visitamos el mercado de té más grande del sur de China que tiene más de 3000 tiendas de té, un paraíso para sus amantes.
Ya casi cumpliendo los 60 días que teníamos para estar dentro de China, seguimos para Hong Kong y fue amor a primera vista.
Al llegar vimos montañas, agua celeste y muchos edificios altos y finos, nada de lo que esperábamos. Fueron 9 días que nos atraparon y que disfrutamos bañándonos en sus increíbles playas y conociendo más de su cultura con nuestros anfitriones de couchsurfing. También fueron días de unión familiar tras un inesperado problema de salud de mamá. Finalmente teníamos una fecha de regreso a Beijing: antes del cumple de Gustavo, y claro sería en nuestro querido medio de transporte favorito: el tren. Seguimos por Macao y sus casinos, y volvimos a territorio Chino para volver a Beijing.
Nuevamente en China, conocimos las famosas terrazas de arroz de Guilin y recorrimos el pueblito de Yangshuo en bicicleta. Pasamos unas horas en Chongqing la municipalidad más grande de China donde hacía tanto calor que se podían hacer huevos fritos en la calle. Chengdu siguió en el recorrido y los ositos pandas me enamoraron con su ternura. Luego le siguió Xi’An, una de las ciudades más antiguas famosa por los guerreros de terracota, muralla y mausoleo, ciudad que nos encantó tanto como Pingyao, una de las pocas ciudades mejor preservadas de China.
Y finalmente volvimos a Beijing un 24 de julio donde nuestros planes volverían a cambiar!
Estando de vuelta en casa de nuestros amigos, tras festejar juntos el cumple de Gus y el mio, y ayudarlos con su mudanza de continente a continente, comenzamos a planificar los siguientes pasos de nuestro viaje. Lo que más queríamos era contarles a todos nuestra experiencia de viajar entregados a que te pase lo que te pase, a conocer gente nueva, a confiar en los demás y ser felices con simplemente lo necesario para vivir. Comenzamos a pensar en contactar a diferentes medios de comunicación para difundir nuestra experiencia y a averiguar organizaciones donde poder hacer trabajo voluntario, enseñar inglés a los chicos más carenciados, o simplemente trabajar a cambio de alojamiento en lo que era nuestro nuevo recorrido planificado: Taiwán, Vietnam, Camboya, Tailandia e India. A esa altura ya estábamos convencidos de que no volveríamos a Uruguay sin conocer los principales lugares del sudeste asiático y tampoco volveríamos sin trabajar los meses necesarios que nos permitieran volver con algo de dinero. Entonces, cuando estábamos ya decididos y con el blog pronto para empezar a publicar, llegó un mail para Andrés de la cadena de hoteles Hilton que pedía su currículum vitae para un puesto de Director de Vinos en un nuevo hotel que abrirían en Shenzhen, ubicado en el límite de China y Hong Kong.
Eso nos convenció de que ese era el momento de trabajar para luego seguir el camino planeado hasta llegar a India y volver a Uruguay.
Antes de dejar Beijing, visitamos Datong, famoso por sus grutas y el monasterio colgante. Y así fue como nuestro viaje continuó hacia Shenzhen en busca de poder contactar al hotel Hilton y que se concretara el trabajo. Mientras tanto buscamos otras opciones laborales por la zona y surgió una entrevista para un restaurante de comida española donde buscaban un sommelier que hablara español: bingo! Tras 3 semanas de couchsurfing alojados en casa de nuevos amigos que nos dieron sus llaves al instante de conocernos, nos mudamos a Hong Kong.
Y con la llegada en Hong Kong sigue el asombro, las sorpresas y buenos momentos. Tomé 4 semanas de clases de mandarín y comencé un curso de vinos. Alquilamos el apartamento perfecto, en una ubicación muy conveniente y a un precio más bajo de lo habitual, ideal para recibir visitas de cualquier parte del mundo. Conseguimos muebles usados en excelente estado a precios increíbles. Recibimos regalos para nuestra casa, me gané una canasta navideña de productos de belleza y tratamientos, y tuvimos la visita de 3 amigos. Y ya casi terminando el año aún queda lugar para más felicidad y más sonrisas, feliz porque comenzaré el siguiente año con un curso de El Arte de Vivir muy especial para el cual he sido bendecida con una especial atención.
Termino este post muy agradecida por todo lo que ha sucedido en el camino, convencida de que el asombro no termina acá, que las sorpresas siempre me encontrarán, que mi sonrisa seguirá dejando huellas por ahí y que el brillo de mis ojos buscará transmitir agradecimiento por la presencia de personas tan divinas que me han acompañado y alentado todo este tiempo, y que me hacen sentir radiante, llena de amor, entusiasmo y felicidad. ¡Soy feliz! Tengo fe en el cambio, un cambio sinónimo de crecer, ser libre y volar.
¡GRACIAS! Gracias especiales a quienes me siguen bien de cerca: mis padres, mi hermano, mi cuñada Marce y mis adoradas sobrinas, Marie que me sigue día a día y no se pierde ni un destino, la Cru, Caro, Vivi, mi tía Nancy, el resto de mis amigas, las madres de mis amigas, los fans de mi sonrisa radiante y mis ojos brillantes que comparten mi felicidad y la multiplican, y todos los que me llenan de buena energía que es mi combustible preferido para seguir adelante con mis sueños y por quienes puedo volar más alto!
Y otro gracias especial a quienes han sido mis compañeros de ruta: mi amor Andrés que camina a mi lado y con quien hemos compartido 248 días de este camino, a Victoria, Gustavo, Alexandra, Nerito y Pandis y toda la gente que se ha cruzado por nuestra ruta y tan generosamente han agregado valor a esta experiencia llenándola de valiosos recuerdos y memorables aventuras.
“El día que sientas que el mundo entero es tu casa, el cielo tu techo, la tierra tu suelo y cada árbol tu jardín, entonces estarás realmente en casa.” Sri Sri Ravi Shankar.